El 90% de la felicidad está en las relaciones.

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Parejas, amigos, familia, compañeros de trabajo, jefes... todos influyen en nuestra felicidad. Como te socialices con ellos dependerá tu seguridad y tranquilidad de saber que tienes cerca a personas que te quieren, te apoyan y comprenden.

No todo el mundo es consciente de ello, así que huye de las relaciones egocéntricas.

Al principio te parecen de lo más simpátic@s. Suelen ser sociables, buenos conversador@s y con una personalidad atrayente. Sin embargo, con el paso del tiempo comienzas a sentir que esa persona es algo irritante y manipuladora, habla mucho y casi siempre de sí misma y de sus grandes cualidades. Después de hablar con esa persona sientes que has perdido el tiempo o que ha sacudido tu paz mental. Finalmente, te das cuenta de que nunca ha habido una conversación real, sino que fuiste una especie de sparring en un largo monólogo. Ya que tu no has sido leal a tus sentimientos para no hacer daño y has seguido aguantando el chorreo de autoelogios. 

Una persona que habla mucho de sí misma, con cierto egocentrismo, no ha establecido un límite claro entre él mismo y su entorno. Su personalidad narcisista le impide suponer que no es el centro del mundo. Por eso encuentra normal que todas las conversaciones giren en torno a él o ella. Y no ven la realidad de la persona que tienen enfrente.

Esa excesiva necesidad de atención sobre ellos nace en realidad de sus inseguridades no conscientes. Sienten gratificación si logran que otros les escuchen y los ,alaguen todo el tiempo; lo perciben como una prueba de su propio valor. No consiguen entrar en sintonía con los deseos de los demás, sino que todo el tiempo giran en torno a sus propias necesidades. Y se enojan si no las realizan.

Quien reclama atención sin parar, obviamente, tiene una gran necesidad de ser escuchado. Aunque no esté diciendo nada. Hablar con otros lo distrae del diálogo interior que cada uno de nosotros sostiene consigo mismo. Esta persona no quiere escucharse, sino que lo escuchen. No quiere darle valor a sus ideas o sus palabras, sino eludir un encuentro interior. Se mira a sí mismo a través de los demás.

Hay quienes siempre hablan de sí mismos para hacer un inventario de sufrimientos o te hablan de sus miles de hazañas cotidianas, esperando siempre algún hurra de tu parte.

En estos casos no hay una conversación genuina, más bien se trata de un mecanismo de manipulación a través de la palabra. Entras con ellos en un juego extraño, en el que a veces te puedes llegar a sentir comprometido a seguir ahí. Obligado a escucharlos, a elogiarlos o a compadecerles para que no se molesten. Pero tu lazo con esas personas no es auténtico, siempre opera bajo la sombra de esa sensación que te dice “ aquí algo no anda bien”.

Es bueno que en algún momento le expreses directamente y de forma amable, lo positiva que es una relación cuando hay posibilidad tanto de hablar como de escuchar o empatizar. Y que las conversaciones más auténticas son las que salen en los buenos momentos, no las que se preparan en la mente esperando que todo salga como se tiene planeado y con el objetivo deseado.

Aunque no es imposible tratar a este tipo de personas, ya que en muchas ocasiones vuelven a ser los simpátic@s que conociste al comienzo, sí es necesario aprender a poner límites. Si sientes que esta relación te afecta, que te incomoda, te desata sentimientos de culpa o de vacío, lo mejor es alejarse.

RODÉATE DE GENTE BUENA, GENTE POSITIVA, GENTE QUE NO SÓLO TE ACOMPAÑE, GENTE QUE TE AYUDE A SER MEJOR CADA DÍA.


Las personas somos increíbles por nuestra manera de ser, así que no hace falta pregonarlo a los cuatro vientos. Si somos increíbles el resto lo sabrá.


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